En una de las
clases de teatro que dictó Norman Briski, le dijo a sus alumnos que tiene un
grave problema con la palabra organización porque no le gusta. Sin
embargo, Briski tiene una trayectoria muy bien organizada. A los diecisiete
años, el santafesino debutó con la obra La farsa del señor Corregidor en
la ciudad de Córdoba, donde se crió. El primer éxito lo hizo con la publicidad
de Gillette en los años sesenta, y la película La fiaca que
coprotagonizó con Norma Aleandro, lo introdujo en el mundo de los actores
respetados. En 1975 Naum Normando Briski fue amenazado por la Triple A por lo
que debió exiliarse a España; allí comenzó con su carrera internacional y dió
su primeras clases de teatro. Ocho años después regresó a Argentina para
dedicarse a la dirección teatral y hace un año a la narrativa.
La vida amorosa del galán de ojos celestes
no fue ordenada. Tuvo varios romances aunque la mujer con quien tuvo a su
primer hijo, Gastón, es la reconocida actriz Nacha Guevara, con la que luego de
discusiones e incompatibilidades se divorció. Actualmente dice estar en pareja
con la madre de sus hijas, Olinda, recibida de veterinaria, y Catalina, quién
heredó el don artístico de su padre porque es profesora de danza
afro-contemporánea. Su sobrina Mariana también lleva en la sangre la cualidad
Briski, que es actuar.
Resulta irónico que a Norman Briski le
aburra el teatro, y ni hablar de la televisión argentina... No obstante, se
siente orgulloso de su país
y en el Teatro Calibán aparte de enseñarle a sus alumnos, le da clase a un
grupo de reconocidos actores a los que llama “anómalos” ya que les dice que se
vayan con otros docentes pero ellos siempre vuelven. ¿Cuál será la receta
Briski que tanto atrapa a quienes asisten religiosamente a Calibán?
Un maestro frontal, que no se apiada de
nada ni de nadie, que puede ser amado u odiado, sin término medio, y que en
cada encuentro con sus alumnos puede pintar un paisaje de mil colores en el
interior de cada uno de ellos. Briski es sinónimo de “palabras mayores” en el
mundo actoral e incluso, por quienes intentan ser sus discípulos; sus alumnos.
Amante de las mandarinas y celoso de su silla, no existe la posibilidad que
alguien se siente en su lugar durante el recreo porque es echado por su
secretario Emanuel, por su asistente de clases Nicolás, o avivado por algún
compañero del Teatro Calibán. Quien enseña que “el teatro debe tener un contenido
subversivo” y para lograrlo es necesario escuchar las voces interiores. Las
voces celulares se pueden aprovechar, depende de cada uno. ¿Será ése el
ingrediente incomparable de Norman con cualquier otro actor?
Norman Briski interpretando a Lauro Das Pedras en Babylon Fuente: Tommy Pashkus Agencia |
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