Si bien acostumbramos a elogiar al enganche, el reconocimiento de hoy es
para alguien que precisamente no ocupa esa demarcación, aunque la ejerce muy
seguido y de forma estupenda. Se trata de un joven nacido en Fuentealbilla el
11 de mayo de 1984. Español él, a pesar de jugar en el equipo que más representa a Cataluña en su afán por ser un
país libre. Español y de los mas importantes de la historia deportiva de esa nación.
Don Andrés Iniesta Luján fue un joven tocado con una varita mágica.
Llamado a aparecer en aquellos instantes que nos quedan en la memoria por mucho
tiempo.
De pequeño despuntaba
el vicio en el club Albacete, donde luego de mostrarse en un torneo regional,
fue visto por los ojos del Barcelona, que inmediatamente lo incorporó a sus
filas para formarlo en La Masía. Allí
el pequeño Andrés se sentía en familia. En un club que interpreta y venera su
manera de jugar y de ver el deporte se moldeó como persona y jugador ocupando
la posición del 4, aquella en la que destacaba un tal Pep Guardiola, ídolo de
su infancia. Puede que sea jugando en ese puesto donde aprendió a ver toda la
cancha y procesarla en su cabeza para saber que decisión tomar en cada momento
del juego.
No
ahondaremos en fechas y reconocimientos individuales ya que no es la idea de la
nota. Sí mencionaremos que debutó en primera reemplazando nada menos que a Juan
Román Riquelme, otro de sus referentes futbolísticos. Andrés se destaca
simplemente por hacer siempre lo que pide la jugada, ni más ni menos. Como aquel
remate con el revés del pie, en la puerta del área del Chelsea, para clasificar
a los culés a la final de la Champions
League en un escenario que siempre acarreó dificultades como
lo es Stanford Bridge. O como cuando recibió un balón de Cesc en la puerta del área
chica, y como él dijo, solo debió esperar a que la pelota le baje para anotar
el gol, simplemente el gol que le dio a España su primera Copa del Mundo en el
tiempo suplementario de una muy disputada final ante Holanda. En fin, decíamos
que se trata de un pequeño hombre llamado a las grandes hazañas.
Pero no son esos goles el motivo de estas palabras. La jugada que
originó este humilde homenaje transcurrió en Moscú. Y describe perfectamente al
tipo de jugador con el que estamos tratando. Barcelona disputaba un partido por
la fase de clasificación de grupos de la Copa de Europa. Don Andrés recibió un balón en el
ataque izquierdo de su equipo, rodeado de tres jugadores y la línea de cal que
marcaba el lateral. Con un pie a pie se saco de encima al primer marcador y se
fue por la banda, evitó exigido que el esférico se le fuera por la línea de
fondo y con una rápida pisada de futbol 5 se saco de encima al barrenador que
fue en su acecho. Enganchó, buscó desbordar para servir el gol a un compañero, pero
encontró los caminos cerrados, por lo que luego volvió a enganchar y en un solo
movimiento, consiguió hacer (y por duplicado) la jugarreta mas venerada por
estas latitudes, un caño delicioso que pasó en medio de cuatro piernas. Así es,
el hombre salio del asecho de tres marcadores tirando un hermoso túnel a dos de
ellos (¡juntos!) y luego sirviendo el balón a otro compañero atrás suyo para
que siguiera con la jugada y encontrara los espacios.
Hizo todo lo que pedía la jugada y más, ya que esos regates solo están
al alcance de unos pocos. Como si hiciera falta, al siguiente domingo se
despachó con otra exhibición. La tarde transcurría entre mates y estudio entre
amigos, con el televisor encendido pero con el volumen en cero para no
desenfocarnos de nuestra tarea. Pero fue en vano. El hombre se esforzaba en
vulnerar nuestra concentración y cada vez que nos dábamos vuelta había un
festejo provocado por él, ya sea con una de las tres asistencias que brindó, o
con el golazo con el que coronó esa hermosa tarde.
Por eso y por otras tantas cosas, brindo hoy por el jugador que no
siendo enganche mejor representó la función de enlace entre el mediocampo y las
áreas en la historia última de este deporte. ¡Salud!
Por Martin Muelas
@martinm87
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