Parece
arena de color gris oscuro traída de alguna playa lejana con un aroma
indescriptiblemente confortable. La mirra tiene origen en el sudeste de Etiopía, precisamente en las provincias
de Harer y de Ogaden. El procedimiento para su extracción consiste en hacer un
corte profundo en la corteza del árbol Commiphora
myrrha, de dos a cuatro metros de altura, y se quita un líquido aceitoso de
color blanco amarillento. Aunque con los días transforma su pigmento a un tono
marrón rojizo.
Los
campesiones etíopes son quienes se encargan de exudar la resina para luego
comercializarla. La mirra es exportada a Grasse,
donde por el método de destilación al vapor es transformada en esencia.
Este aroma
es utilizado por perfumistas. En cambio, en la antigüedad los egipcios la
usaban para embalsamar a los muertos u ofrendar a sus dioses. Según los
griegos, la mirra existe a partir de una joven que fue convertida por los
dioses en árbol por mantener relaciones sexuales con su padre. A su vez, este
producto mítico es recomendable para mejorar el dolor de encía y garganta; se consume
en bebida caliente. Sin embargo, no se aconseja ingerirla sin antes diluirla
porque provoca irritaciones y quemaduras. En la religión cristiana se dice que
a Cristo le ofrecieron mirra cuando estaba en la cruz, por lo que simboliza la
pasión y muerte de Cristo. Además, el incienso es característico durante la
misa; en la iglesia católica se cree que los ángeles lo derraman en el
cielo.
Por otra
parte, favorece al chakra del tercer ojo, atrae amor y salud. Es protectora del hogar, purifica el ambiente y elimina las energía negativas que habita el espacio.
El árbol Commiphora myrrha. Fuente: Google imágenes |
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