viernes, 23 de agosto de 2013

Una intensa voz interior


     En una de las clases de teatro que dictó Norman Briski, le dijo a sus alumnos que tiene un grave problema con la palabra organización porque no le gusta. Sin embargo, Briski tiene una trayectoria muy bien organizada. A los diecisiete años, el santafesino debutó con la obra La farsa del señor Corregidor en la ciudad de Córdoba, donde se crió. El primer éxito lo hizo con la publicidad de Gillette en los años sesenta, y la película La fiaca que coprotagonizó con Norma Aleandro, lo introdujo en el mundo de los actores respetados. En 1975 Naum Normando Briski fue amenazado por la Triple A por lo que debió exiliarse a España; allí comenzó con su carrera internacional y dió su primeras clases de teatro. Ocho años después regresó a Argentina para dedicarse a la dirección teatral y hace un año a la narrativa.
     La vida amorosa del galán de ojos celestes no fue ordenada. Tuvo varios romances aunque la mujer con quien tuvo a su primer hijo, Gastón, es la reconocida actriz Nacha Guevara, con la que luego de discusiones e incompatibilidades se divorció. Actualmente dice estar en pareja con la madre de sus hijas, Olinda, recibida de veterinaria, y Catalina, quién heredó el don artístico de su padre porque es profesora de danza afro-contemporánea. Su sobrina Mariana también lleva en la sangre la cualidad Briski, que es actuar.

     Resulta irónico que a Norman Briski le aburra el teatro, y ni hablar de la televisión argentina... No obstante, se siente orgulloso de su país y en el Teatro Calibán aparte de enseñarle a sus alumnos, le da clase a un grupo de reconocidos actores a los que llama “anómalos” ya que les dice que se vayan con otros docentes pero ellos siempre vuelven. ¿Cuál será la receta Briski que tanto atrapa a quienes asisten religiosamente a Calibán?
     Un maestro frontal, que no se apiada de nada ni de nadie, que puede ser amado u odiado, sin término medio, y que en cada encuentro con sus alumnos puede pintar un paisaje de mil colores en el interior de cada uno de ellos. Briski es sinónimo de “palabras mayores” en el mundo actoral e incluso, por quienes intentan ser sus discípulos; sus alumnos. Amante de las mandarinas y celoso de su silla, no existe la posibilidad que alguien se siente en su lugar durante el recreo porque es echado por su secretario Emanuel, por su asistente de clases Nicolás, o avivado por algún compañero del Teatro Calibán. Quien enseña que “el teatro debe tener un contenido subversivo” y para lograrlo es necesario escuchar las voces interiores. Las voces celulares se pueden aprovechar, depende de cada uno. ¿Será ése el ingrediente incomparable de Norman con cualquier otro actor?
Norman Briski interpretando a Lauro Das Pedras en Babylon Fuente: Tommy Pashkus Agencia


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